martes, 17 de mayo de 2011

17 MAYO

SAN ISIDRO | FAENA DE DOS OREJAS Y 1ª PUERTA GRANDE DE LA FERIA  

Talavante conmociona a Las Ventas

 
Alejandro Talavante en su salida a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas. | EFE
 


El diestro extremeño se ha convertido en el primer triunfador de la Feria de San Isidro al cortar dos orejas de un gran toro de El Ventorrillo. Temple, despaciosidad y profundidad al natural fueron las armas de Talavante. Un Cid desdibujado y un espeso Perera no pudieron seguir el ritmo del diestro pacense.

 
Sixto Naranjo - 17-05-11



Madrid, martes 17 de mayo de 2011. Lleno. Toros de El Ventorrillo, bien presentados aunque de hechuras embastecidas. Encastado y a más el 1º, ovacionado. Bravo en el caballo y alegre en la muleta el 2º. Crudo en varas y bravo en el último tercio el 3º, fuertemente ovacionado en el arrastre y para el que se pidió la vuelta al ruedo. Más deslucidos los tres últimos. El Cid, bronca y silencio. Miguel Ángel Perera, silencio en ambos. Alejandro Talavante, dos orejas y silencio tras aviso.

 
Al natural, con un temple infinito, con una muñeca rota, así ha conmocionado Alejandro Talavante a la Monumental de Las Ventas este martes. Faena de dos orejas, de una rotundidad absoluta, emborrachándose el torero a torear y ebria la plaza de toreo.
 
Que Talavante, pese a su irregularidad, es un torero de Madrid ya nadie lo duda. Que este torero tiene un ángel especial cuando tiene su tarde es más que evidente y así se ha atestiguado con su primer toro.
 
El de El Ventorrillo derribó al picador en el primer envite al peto y recibió su único puyazo en el segundo encuentro. Crudo el animal, sus embestidas fueron un torrente de clase y buen son, especialmente por el pitón izquierdo. Tras un pase en redondo ligado a un natural, la faena explotó en las siguientes tandas. Los naturales fluían lentos, con una profundidad infinita y un temple mexicano que ha adquirido Talavante este invierno en sus experimentos en ruedos aztecas. El toro siguió embistiendo y Talavante epilogó su faena con unas manoletinas en dos partes tras un desarme en un primer intento. Cerró un poco al toro que se le arrancó cuando montaba la espada. Ello propició una estocada al encuentro de la que salió muerto el toro. La plaza era un manicomio entonces, con unos tendidos cuajados de pañuelos blancos que consiguieron el doble trofeo para un Talavante que ha vuelto por sus fueros. La petición de vuelta al ruedo para el toro quedó en duda por el castigo de un solo puyazo en el tercio de varas.

El sexto, una mole de 620 kilos, hizo concebir alguna esperanza en un comienzo de faena del extremeño inspirado, con varios trincherazos de buen aire. Pero el toro tendió a salir sueltecito de las suertes y la continuidad del trasteo de Talavante decayó con ello.
 
El Ventorrillo enlotó en la primera parte de la corrida dos toros de buena nota además del mencionado tercero. Los primeros de El Cid y Miguel Ángel Perera. Pero fueron historias distintas.
 
El encastado y temperamental primero se vino arriba en el último tercio. Toro de apostar, de enganchar adelante y no dudar. Pero el paso atrás de El Cid fue más que evidente. No hubo corazón ni sitio para aguantar ni el primer pase de cada tanda. La imagen fue de un querer y no poder constante tanto con la muleta, como con la espada y el descabello.
 
Bravo fue el segundo de la tarde en el caballo. Dos puyazos con poder, fijeza y recargando abajo. El toro fue más claro y potable cuando Perera le dio distancia para poder desarrollar la casta que llevaba dentro. Hubo algún muletazo de buen trazo y con la virtud de ligarlos entre sí, pero la faena decayó cuando el extremeño ahogó al toro en la distancia corta. Además, se pasó de metraje y la gente de prestar atención a lo realizado por Perera.
 
El cuarto fue un toro sosote y noblón con el que El Cid intentó mostrar otra disposición. Pero el toro no era de triunfo y su oportunidad había pasado con el que abrió plaza. El quinto, por su parte, embistió al paso y sin descolgar. De nuevo Perera se pasó de faena en una labor plana y carente de brillo.


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